martes, 10 de mayo de 2011

Límite

10 de Mayo de 2011.


Un desarrapado de  grandes lentes, afán de novedad y vida disoluta juzgó insensato sobrevivir al quinto lustro. Siete lustros después, el tono adolescente y la degradante popularidad socavan su argumento, pero no su tesis. Al tipo le tomó 6 meses hacerse digno de su convicción. 6 meses y una herida de mujer. Se deparó a sí mismo un goce final, casi secreto;  una mueca insondable en el vacío en el que se desdibujaba su rostro: No ejecutaría el rito hasta tener lejos, fuera de su cabeza, entre unas manos  que hace mucho no eran las suyas, el objeto que signara el confín de su potencia. Non plus ultra. No un legado, ni una vindicación, sino el profuso estado del arte de una vida tan arbitraria como cualquier otra. El punto de fuga de tiempos sin perspectiva. Fines sin medios. Próvidos oprobios. 
No tengo ése honor.

Quise desgastar mi vida contra algo perdurable. Quise escalar la colina. De niño me enseñaron que no hay gloria ni redención hasta que te ofreces en sacrificio en la cima de una. Aunque ésta no sea más que una abyecta planicie poblada de quienes te aborrecen. Estiraba los brazos, mis pies tanteaban nuevos suelos; divisaba las salientes sólo cuando mis dedos lograban aferrarme a ellas.  Imaginé avanzar, como el crédulo Aquiles en su vana carrera contra su contendora infinita  (También tuve una). Si renunciara a mi fe en la gravedad, no podría asegurar que estoy ascendiendo una escarpada cuesta y no arrastrándome por un cóncavo pedregal, ilusoria o infinitesimalmente vertical (si ambos adverbios no son sinónimos).

Vuelvo los ojos a la base de la que partí hace ya varios años y no me parece más cercana o lejana que la figurada cumbre. Dante entendió que no es el  Infierno el límite, sino el Limbo: el lugar del silencio, donde ya no habita la espera o la queja. No es corrupción la cesación del movimiento, sino el movimiento eternamente aparente. La descomposición infinitamente minuciosa, infinitamente morosa; como las uñas que crecen en los muertos o la mujer que se cansa. El minutero cuyo movimiento nadie discierne y que a todos disipa.

Antes de ser consumido o diseminado, quizás pueda por fin ver de qué estoy hecho.

Son las 0:30: la asíntota de una noche de cinco lustros: sin cima, ni sima.

ChD.

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