"A Nadie pertenezco, y a Todos; Antes de entrar, ya estabas aquí; quedarás aquí, cuando salgas."
viernes, 6 de abril de 2012
El Enemigo
En la cumbre de su gloria, Roald Amundsen se sume en la depresión al saber -y quizás envidiar- el trágico destino del capitán Robert Falcon Scott. La cólera de Alejandro ordena la ejecución de los asesinos de Darío. David rasga sus vestiduras al saber que Saúl suplicó por su propia muerte. El Emperador no musita palabra al enterarse de que nunca verá al almirante Nelson a los ojos. Todos temieron y odiaron (valga la redundancia) a su enemigo. Anhelaron el día de la victoria y clamaron a sus dioses para que su mano ganase el derecho a ultimarlos.
Ese día nunca llegó.
Lloraron al saber que con su enemigo moría una parte de sí mismos, acaso la más valerosa, acaso la única digna de ser recordada; una parte que no podrían recuperar ni aniquilar por sí mismos.
No hay enemigos eternos, porque tarde o temprano todo hombre se percata de que amistad y enemistad son sólo accidentes, tan irrevocables como todos los demás. Y al final de los tiempos, cuando se apague la luz que emana el hijo de la aurora, dios ya no sabrá quién es.
Tiempo y dolor consumieron la osadía y dignidad que otrora quise saquear. Afilé mi espada cada día y prefiguré este duelo en la penumbra, sólo para que las ruinas de su cuerpo yaciente me conmovieran hasta las lágrimas.
ChD.
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