La realidad reveló el negativo con un rayo fulminante. Vio -no por primera vez- la deformidad de su alma que relucía como el traje nuevo del emperador. Entendió que toda dignidad implica cierta forma de patetismo y que la suya no era la más noble. Pudo haber extendido su mano a tiempo, apaciguar su corazón, traficar una sonrisa, como había visto a otros hacerlo tantas veces. Pero algunos seres perseveran en no-ser, a su manera.
Si lo ves desde una distancia suficiente, no podrás diferenciar un mármol heroico de una pila de huesos.