30 Mai, 1832.
Lo despertó un rostro que le miraba horrorizado y un dolor ciego en el vientre. Sintió la clara luz de la primavera filtrándose a través de sus párpados. Évariste recordó por qué este despertar era distinto a todos los demás. Se había herido con el honor, un arma cuya empuñadura hace sangrar más que su filo. La ironía era la operación que regía su destino: descubrir la elegante belleza de un grupo de operaciones abstractas, solo para morir a manos de una mundana relación irreflexiva, tristemente anti-simétrica y mortalmente intransitiva.
ChD.
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