Cuando tomó de nuevo el fruto
que ya había probado tantas veces,
Su celoso dios no lo consintió.
Mordió el polvo del que estaba hecho
apoyado en su inmundicia.
No era esto lo nuevo.
Si pudiésemos ver el sol a la cara
por un tiempo suficiente,
veríamos manchas surgir
en la tez altiva y limpia
que abrasa a buenos y malos.
Su dios nunca le prohibió el fruto
Tampoco lo expulsó del paraíso
Sólo le ofreció un vestido color culpa
que lo hizo sentir desnudo.
ChD.
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