
¿No suena un poco gracioso al menos?
Sentir que la fuerza que mana de dentro no se distingue mucho de la que todo lo inunda allá afuera
y que la causa de mi pasión es sólo una más que escapa a mi arbitrio.
Como el reloj de Leibniz que escruta las horas del mundo sin ser tocado por él
o el retrato de Wilde, cuyo motivo es su prisionero y poseedor
sin que él pueda hacer nada para evitar que sea real.
Nada más que no mirarlo.
Refiere el Éxodo que nadie puede ver el rostro de El Inefable y seguir con vida.
Spinoza preconiza que un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte.
Si no ser libre y ver El Absoluto son la antinomia del estar vivo,
Quizás el hombre que se sabe huérfano del albedrío, tan requerido por el laberinto
de las causas y los cauces como el agua o la guerra, sea el único mortal auténtico.
El único dios posible. La única esencia sin nada que perder.
Nada más que la existencia.
Por eso he jurado buscar mi rostro en jornadas, experimentos, crepúsculos y tratados.
Para seguir siendo, necesariamente.
Ch.D
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